Aprenda a valorar SU tiempo

De la misma forma que ocurre cuando se abre la puerta al recibir una consulta, se abre una página en blanco.

 

Cada persona trae su historia, sus requerimientos, inquietudes, anhelos.

 

La responsabilidad de aquel que recibe es sin duda ESCUCHAR, de manera desprevenida y alejada de prejuicios. Por eso es fundamental que haya recibido una formación teórica, práctica y que incluya su propio análisis. Esto permite que haya resuelto preguntas e impasses de su propia existencia, lo cual reduce la posibilidad de que se “contamine” el tratamiento con elementos que obstaculicen la cura de aquel que pide ayuda.

 

EL ANALISTA NO ES SUJETO EN LAS SESIONES, ES UN INSTRUMENTO (NO UNA MÁQUINA, PROGRAMA O APLICACIÓN) QUE ESTÁ AL SERVICIO DE AQUEL QUE TOCA LA PUERTA. Una suerte de herramienta humana, que escucha lo singular, lo particular de cada quien, alojando, acogiendo por un deseo.

 

La invitación a hablar que se hace al paciente no es igual entonces a aquella que se realiza en contextos cotidianos. La conversación puede tratar temas de la vida diaria, ciertamente, pero se escucha a partir de un lugar que permite rastrear aspectos útiles para establecer situaciones y causas de aquellos excesos y malestares acerca de los cuales la persona afirma querer cortar, resolver, tomar distancia.

 

Ahora bien, el el momento en que los individuos comienzan a hablar se encuentran algunas veces con un aparente “no saber” por dónde empezar, cómo continuar o qué más decir.

La serie de eventos pareciera agotarse….

 

Sin embargo es claro que ante adecuadas condiciones, que ofrecemos, el trabajo siempre es posible, se avanza.

 

Llegan así historias, eventos, sucesos, secuencias o escenas aparentemente sueltas y que empiezan a arrojar claves para salidas posibles.

 

A veces incluso un “efecto sorpresa” trae situaciones que permiten avanzar en la terapia. Ellas pueden aparecer en sueños, actos fallidos, síntomas “nuevos” que permiten volver a encadenar la serie de capítulos de esa vida institucional o personal, esa experiencia.

 

No hay más que un deseo subjetivo (del analista) para dar lugar a otro sujeto, otra persona para que con sus recursos pueda construir, en nuestra compañía, con nuestra ayuda.

 

Nadie logra las cosas en soledad, somos seres sociales, vivimos con otros y para otros.

 

Nos distanciamos de prejuicios, de tal manera se logra establecer un acogimiento de lo más particular, sin estándares, obligaciones o generalizaciones. La temporalidad, y otros parámetros son variables, justamente en virtud de lo que las personas necesitan para avances y logros.

 

El tiempo se ubica fuera de toda lógica de mercados. Es decir, desalojada de aceleramientos o letargos, sin amoldarse a la velocidad elevada de la producción industrial, tampoco cayendo en “depresiones” de ritmos asociadas a monotonías o depresiones.

 

Cuando se recibe a un paciente, hay demandas que implican por ejemplo un “afán”: los pacientes solicitan o tienen inquietud sobre la duración del tratamiento, dicen no tener tiempo de acudir frecuentemente, se molestan si se los hace esperar un poco en la sala de espera, etc.

Otra forma es una suerte de letargo manifestada en la duda que algunos pacientes expresan acerca de acudir cada semana, usando como justificación el argumento de que no hay algo tan importante en sus vidas como para justificar las sesiones, que no saben que de qué hablar, de hecho.

 

Podemos relacionar estas dos formas de “temporalidad” con la dificultad del sujeto contemporáneo para enfrentarse a un tiempo “lógico”, respecto del cual se comporta nuestra mente, nuestro inconsciente. Es un tiempo lógico, alejado del reloj, que sabemos ubicar y respetar, momentos de ver y concluir, espacios en blanco en los que no hay certidumbres, en que no hay buenos ni malos, blancos ni negros, un lapso necesario en el que algo puede emerger, algo precioso y valioso para el crecimiento personal, un tesoro, una perla que es necesario rescatr del contaminado y gastado tiempo y espacio de “todos los días”.

 

El tiempo de comprender no se ajusta entonces a la apatía o hiperactividad de la época, de las terapias y tratamientos que se ofrecen masivamente. Se instala entonces en la experiencia analítica como una pausa en la vida cotidiana, un tiempo que cada sujeto puede y merece darse.

 

La duración,series, frecuencia, continuidad y regularidad de las sesiones y de los tratamientos aloja precisamente eso tan específico, adecuándose a necesidades y preferencias de cada persona, grupos e instituciones. No hay forzamientos ni estandarizaciones, se calcula en los momentos por los que pasa cada consultante, permitiendo entonces ubicar y aportar lo que corresponde en cada situación.

 

La oportunidad está es sus manos. APRENDA A VALORARSE Y DARSE ESPACIO, TIEMPO. LA VIDA ES ÚNICA, ES BELLA.

 

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