«Beber alcohol no está de moda»: Motivos y alternativas para resolver adicciones

En esta época existe una clara tendencia a disminuir, o por lo menos intentar hacerlo, toda clase de conducta que pueda lesionar la salud integral. Se trata de una conciencia que se ha ganado gracias a avances científicos que han tomado fuerza como tendencias y nuevas modas o formas de vida.

 

En este sentido hemos visto una disminución del consumo global de alcohol y tabaco, especialmente en jóvenes. Además, ya no es posible beber en cualquier lugar de la ciudad, mucho menos fumar en sitios públicos, cines, restaurantes, oficinas. Hay impuestos sobre el consumo, lo que a su vez incrementa el precio, espacios “libres de humo” y restricciones sociales o legales a la hora de fumar o tomar trago en parques, espacios deportivos y culturales.

 

Sin embargo, estos cambios dejan de ser consecuencia de mayor calidad de vida, tampoco se deben a nuevas condiciones políticas, de mercado o la industria. 

 

¿De qué se trata esto? ¿Por qué esta nueva actitud? ¿Cuál sería el sentido de esa “actitud actualizada”?

 

Veamos algunas posibles explicaciones:

 

  • En estos días hay mayor acceso a varias drogas, el cual ha sido facilitado por la inmensa oferta de variedades a bajo costo. Incluso, cuando se trata de sustancias de alto precio, hay mercados clandestinos que se encargan muy eficientemente de abastecer toda demanda, distribuyendo convenientemente cantidades y clases, de acuerdo a consumidores y sus capacidades de pago.

 

  • Hay ahora mayor conocimiento e información acerca de los daños y riesgos provocados a la salud por el exceso de alcohol y tabaco, los cuales han sido difundidos por medios diversos. 

 

  • Estos efectos nocivos parecieran estar separados de las drogas ilícitas, toda vez que ellas se asocian más a estilos de vida juveniles, “orgánicos”, “naturales”, “de la nueva generación” y hasta “veganos”… “Meter” puede ser considerado incluso “ecológico”, no contaminante o que vaya en contra de los recursos naturales, olvidándose por ejemplo que para cultivos de marihuana se acaba y arrasa con muchas especies nativas.

 

  • El consumo de tabaco y alcohol se asocia a “ancianos”, algo caduco y aburrido. Se percibe una práctica pasada de moda, vinculada a la contaminación del ambiente, sin estar directamente relacionada con exaltación acelerada e inmediata de los sentidos (como sí se lograría con varios componentes químicos).

 

  • Por su parte, las drogas permiten (en muchas ocasiones) mayor capacidad y rendimiento laboral y académico, es decir, apoyan el modo de vida medido por puros logros numéricos, el “ser eficiente” y el logro. Hay sensaciones de “abrir la mente”, “activan los sistemas”, “mayor energía”, a un costo que no interesa cuando se es joven y la salud se siente perfecta, eterna.

 

  • Ahora se privilegia socialmente la sobriedad sobre las borracheras, la ausencia de claridad, lo irracional, la torpeza, incluso impotencia, derivadas del efecto de exceso de copas. 

 

  • Las publicaciones acerca de peligros, riesgos de exceso de algunas sustancias psicoactivas parecen pálidas en los medios de comunicación, o simplemente no aparecen.

 

  • En la actualidad el precio y el mercado de lo “clandestino” genera más ganancias en el mercado globalizado que el trago y el tabaco. 

 

  • Las drogas apoyan una grave cultura criminal e ilícita, una tendencia a estar por fuera de la ley y las instituciones, que va en contra de la cultura, sus valores y fundamentos.

 

  • Lo que antes ocurrió con el cigarrillo en el sentido de evidencias científicas y prohibiciones y pronunciamiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS), estaría pasando con el alcohol. Cáncer, infarto, enfermedades mortales y crónicas son fuente de campañas preventivas, pedagógicas, de erradicación.

 

  • Cabe anotar que aunque en este momento se muevan novedosas industrias como la de trago “artesanal”, de “autor”, más “natural” y menos procesada, con mayor variedad, se evidencia una disminución del consumo entre 2002 y 2014: el número de jóvenes que empezó a tomar alcohol a los 13 años cayó de 46 a 28 por ciento.

 

¿Y qué hacer entonces?

Es necesario entender que “consumir” aparece como un impulso-mandato imponente que atraviesa clases sociales, edades, geografías. Se fomenta como una manera de lidiar, resolver fallidamente sufrimientos y frustraciones. La vida adictiva se moviliza como modo de vida con múltiples objetos de acceso fácil en el mercado.

El alcoholismo y la drogadicción como adicciones propias de la hipermodernidad intentan fallidamente de resolver angustias, reveses, malestar, inquietud, dolor de existir y tensiones.

Se trata de una fuerza que incita de manera incesante al uso ilimitado de objetos sin considerar o importar las consecuencias lesivas de dicha conducta. 

Es necesario también tener en cuenta que la vida en sociedad implica un “precio”, un “malestar” derivado de la renuncia pulsional (renuncia un al “satisfacción de todos los deseos”) que debemos hacer para convivir con otros al asumir, adoptar leyes y límites asociados a los valores, la vida pública diferente a la privada y en soledad o aislamiento radical.

Se supone que el objeto o sustancia que se consume en la adicción contiene en su carácter de novedad y dosis esa capacidad de colmar por completo cualquier necesidad, anhelo, carencia. El problema es que esto se agota rápidamente: de manera acelerada “eso” que se consume aburre, ya no es eficiente, pasa de moda, es instantáneo y poco durable.

La diferencia con las adicciones de épocas anteriores es la presencia radical y directa de la muerte, siendo no solo un riesgo sino evento real en muchos casos.Esto ocurre especialmente para sustancias psicoactivas, pastillas legales o ilegales, de uso frecuente para resolver cuestiones en temas de sexo, sueño, rendimiento laboral/académico, fobias, miedos. Y hay gente cada vez más joven que las consume, buscando un aparente efecto de euforia (y manía) que es instantáneo, superficial y de corta duración…

La alternativa que ofrecemos es apoyar a cada persona para encontrar una salida propia y específica ante sus miedos, angustias, frustraciones, dolores e inquietudes, de tal manera que se separe y evite el riesgo de “matarse en el intento”.

Es necesario entender que la Felicidad Total o el Logro de Todo es imposible como un hecho de la realidad material. Sin embargo, es posible un trabajo de construcción, la imaginación y el sueño de mundos mejores, de vivir con alegría, de tener satisfacciones suficientes, tranquilizadoras y capaces de fortalecer sensaciones de seguridad, solidaridad, efectos de unión y cumplimiento.

 

¿El problema es la droga o el sujeto?

Es posible advertir y no caer en el engaño, porque el medicamento, el televisor, la actividad sexual, el dispositivo electrónico, el alcohol, etc., no son en sí mismos el fundamento del impasse. 

La verdad es que cualquier sustancia o conducta puede ser transformada en tóxica. Lo que hace a esa toxicidad está en el sujeto mismo, por eso es importante, en los tratamientos que ofrecemos, escuchar a la persona y no al objeto de la adicción. 

Así cada ser humano logra entender la manera en que cede y deja que el control lo tenga “eso” que lo está consumiendo, devorando, cazando, eso que “lo fuma”, lo “inhala” hasta el agotamiento, pidiendo y exigiendo “más y más y más…” en una compleja compulsión destructiva.

Atrapado, el adicto pierde toda autonomía, toda capacidad para decidir, todo estado de verdadera “mayoría de edad”. 

Resolver la adicción permite visualizar otras vías, se abren otros senderos, se cortan conductas destructivas, malos hábitos, impulsos negativos, “tendencias” tóxicas, retomando la alegría de vivir, la libertad, bienaventuranza e ilusión.

 

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Algunas fuentes consultadas:

https://www.semana.com/vida-moderna/articulo/consumo-de-alcohol-en-jovenes-colombianos/620543

http://www.eol.org.ar/template.asp?Sec=prensa&SubSec=america&File=america/2012/12-05-10_Entrevista-a-Eric-Laurent-en-N-Revista-de-Cultura.html

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