Conflictos de pareja e hijos: alternativas y soluciones
El trabajo con niños y familias trae incuestionables beneficios para las poblaciones atendidas. Es así como los casos recibidos con respecto a temas de violencia y abuso al interior de los hogares, implican mejoras en distintos órdenes de la convivencia cotidiana.
Existen situaciones en las que alguno de los padres, por diversas causas, comienza a generar inquietudes y malestar en los hijos a partir de transmitir consideraciones y opiniones negativas que buscan generar simpatía hacia sí mismo y odio o rechazo hacia su pareja.
Suele presentarse en problemas de pareja, divorcios o separaciones en curso, casos de custodias por decidir, infidelidades, violencia hacia alguna de las partes.
De esta manera, el niño o joven comienza a ser hostil hacia su padre o madre, creyendo las versiones (verídicas o no) que tiene cercanas, tomando parte en un conflicto, que en su raíz, no debería implicarle. Cae entonces en un desafortunado lugar de objeto manipulado, sin libertad: el padre o madre intentan “ganar su favor” para intentar triunfar en la disputa.
Cabe aclarar que de manera formal, esta situación no cuenta con un lugar en los manuales de diagnóstico clínico mental. Ha sido incluso muy polémica su existencia.
¿Cómo entender estas escenas si de hecho existen situaciones iguales a los sucesos descritos anteriormente?
- La alienación no merece entenderse como una enfermedad o una situación indeseable para el ser humano: es una consecuencia del proceso de constitución del niño, específicamente de su “yo”, a partir de la identificación con el otro (semejante).
De esta manera se adquiere consciencia sobre el cuerpo y empieza a habitar en lo más íntimo de cada uno de nosotros una parte “extraña”, del otro, que incorporamos desde el momento infantil en que somos capaces de capturar nuestra imagen en el espejo (“ese soy yo”), cuestión que está ausente en el mundo animal y que le permite a cada uno apropiarse e ir conociendo, el ámbito físico (realidad), incluyendo su motricidad y coordinación corporal.
- Luego de que el niño ha sido alojado en el deseo del Otro (madre, padre, cuidador, figura representativa), de ser recibido en el mundo de manera amorosa desde un deseo específico, recibiendo un nombre, se presenta un momento (segundo con respecto a la alienación): la separación.
Es así como entre madre e hijo, intercede de manera simbólica (tercera) el padre, siendo aquel que permite un distanciamiento, una interrupción de la intimidad inicial.
Esta ruptura trae como consecuencia el cese de sensaciones inconscientes infantiles asociadas a posible o eventual “ahogo” o falta de libertad. El niño y la madre pueden soltarse, darse respiros, porque existe un mundo más allá, la madre desea situaciones, ocupaciones y objetos diferentes al niño.
Ella, además, no es ni puede ser garante de una seguridad total:
- Porque hay riesgos en todas partes.
- Existen figuras y situaciones que no siempre son peligrosas.
iii. Hay otros que pueden acompañar al hijo.
- El mismo niño puede prevenir, protegerse, vivir.
De otro lado, para el infante comienza uno de los momentos más ricos de la exploración y conquista del mundo, desarrollo del pensamiento, siendo investigador del entorno, creando juegos, aprendiendo y haciendo buenas preguntas. Construirá seguro, luego, caminos en estudios, proyectos de familia, laborales, de pareja, entre otros.
En este sentido, cabe aclarar que no es necesariamente el padre biológico aquel que interviene en el lazo madre-hijo. Para este efecto vale cualquier tercero que venga a ubicar un espacio mental para el niño, algo que le permita entender a la madre que su deseo no está colmado por el niño sino que va más allá, dirigido a otros objetos del mundo, incluida su pareja.
Todo caso que recibimos referido a temas de violencia hacia los niños derivadas de problemas y enfrentamientos en las parejas e integrantes de la familia, es valorado desde su particularidad.
Esto implica un trabajo de caso, Uno-a-Uno, en el que ubicamos condiciones y causas, diseñando planes de acción e intervención orientados a la situación específica sin patologizar o implementar salidas generalizadas o recetas formateadas.
Nada peor que acercarse a un profesional planteando un problema, para recibir una etiqueta (o nominación) y salir más “enfermo” de lo que se ha entrado, con mayor malestar y un cúmulo de indicaciones para hacer mecánicamente y de memoria. De esta manera se logra más alegría, menos temores, angustias, inhibiciones y conflictos.
Sabemos sobre los estragos de violencias, enfrentamientos, atentados y delitos.
La invitación es a reducir y encapsular todo fenómenos de destrucción y maldad en nuestras existencias, con los seres que amamos y nos aman, las relaciones y comunidades que integramos y el amplio mundo que habitamos.
¿En qué familia (u otra institución) no ha habido en algún momento una situación difícil?
¿Cuáles serían las ideas de estrategias en estos momentos?
¿Qué papel merece ejercer cada uno de los implicado?
¿Quiénes han de hacerse cargo, responsables, en cada situación?
¿Cuándo debe un niño resolver, qué y en qué medida?
¿Cuándo ha de proceder uno de los padres, la pareja, algún otro miembro del grupo?
¿En qué momento esto toca otros ámbitos, personas, instituciones?
Pensar y actuar:
- Intente conversar y no pelear.
- Los hijos han de evitar ser testigos o ser involucrados en problemas de pareja.
- De ser necesario, la opinión de los menores de edad debe convocarse de manera adecuada y en los contextos indicados. Busque consejo de profesionales.
- Si habla con alguno de sus hijos sobre su pareja, o en frente de ellos, evite calificativos u opiniones negativas.
- Los hijos tienen derecho a ver y tener contacto con sus padres. Conviene que se relacionen con cada uno, que desarrollen afectos y pensamientos personales hacia cada uno sin ser influidos negativamente por los demás familiares.
- ¿De qué manera desea ser recordado por sus hijos? Compórtese en consecuencia.
Para prevenir e intervenir ante cualquier problemática, contáctenos, ustedes no están solos.
- 21 enero, 2019
- publicado por: Astrid Álvarez de la Roche
- Categoría: Sin categoría