COVID: Volver a la «vida normal» luego de una crisis… ¿Se puede o no?
Ante la adversidad que implica una situación global de riesgo y enfermedad contagiosa, el temor es normal.
Aún más en esta época, cuando la tecnología, la ciencia, los medios de comunicación, influyen de forma drástica en las interacciones humanas.
Las distancias se acortan, se pierde la intimidad, borrándose incluso la barrera entre lo privado y lo público. El mayor problema se presenta cuando queda fusionado el individuo con una masa abstracta, turbia, anónima, en que toda diferencia y subjetividad peligra con perderse en lo “absoluto”.
El nombre propio se presenta como “borrado”, las identificaciones fallan de tal manera que los semblantes pueden dejar de funcionar, con el riesgo de que el sujeto queda «sin vestido», sin un cuerpo consistente con el que pueda presentarse ante el otro para efectos de socializar y hacer siempre parte de comunidades reguladas.
En estos cuerpos fragmentados un virus inteligente puede tomar mucho más poder, transportándose de organismo en organismo de manera eficiente.
Afortunadamente hemos tomado en muchas latitudes medidas de contención y prevención que en muchos casos han sido bastantes efectivas y consistentes, a pesar de críticas y sabiendo que nadie ha logrado con ningún dispositivo científico o mágico(si es que existe…), predecir un futuro certero.
Contamos con un lenguaje y la cultura, punto a nuestro favor. Desde su función original y originaria, este aparato simbólico no desaparece, no cesa de funcionar. De hecho INSISTE, tal vez (y justamente) porque nos pre-existe en la historia familiar, en la manera en que hemos sido hablados desde antes de la concepción.
Es decir, esa “genética” hecha de símbolos, significantes, letras, opera en la inauguración del aparato “mental” humano como una suerte de semilla que en su acto de siembra “hiere” el terreno, la tierra en la cual ella misma echa raíz. Cuando la semilla cae, se hace su campo…
Se cree que el sujeto conquista, siempre. Sin embargo, es el ser humano aquel que resulta siendo “engatusado”, dominado y adoptado por el Otro, el universo, las escenas del mundo, lo familiar. Sin el Otro, no hay sujeto, no existe.
Cabe allí una paradoja, y es que al mismo tiempo que un nacimiento es un hecho de creación hermoso, en que la vida y la pulsión vital engendran un nuevo ser casi “por milagro”, allí mismo en esa herida, de ese orificio, en ese lugar de motivo para una nueva historia, ya ha surgido la angustia, aquel afecto que siempre dice la Verdad y no con sentimiento de tranquilidad…
Así, se revela también el lugar de la pulsión de muerte: esa paradójica tensión que empuja al hombre a actos de altos riesgos, mortales, en todo caso ilógicos para el «proyecto de bienestar» de las nuevas sociedades.
Nada se saca cuando se trata de negarla con teorías de desarrollo y entrenamiento motivacional orientadas al puro éxito, el lucro, la acumulación, el crecimiento idealizado e ilimitado de sistemas financieros y económicos (cuyos modelos han influido algunas ramas de la psicología y sus teorías): ella insiste y se expone haciéndose ver con sus más aterradores efectos.
La demostración resulta macabra… cifras de heridos, enfermos y muertos que invaden pantallas, dispositivos de toda clase fuera del cuerpo…dentro. Es triste, deplorable.
¿Qué hacer en medio de estos aislamientos y medidas?
¿Existe en este panorama alguna esperanza de una suerte de “vuelta la una vida cotidiana” o no?
¿En qué medida la actual situación tendrá o no cambios reflejados en nuestro diario vivir de tal manera que sea un “antes y después del COVID”?
Hay cosas que se alcanzan a ubicar, mínimos de base que pueden servir para sembrar un escenario proyectable… por ejemplo (y no es poca cosa, ni banal), se puede considerar que el sol sale cada día, que el tiempo sigue pasando, con sus consecuencias en los cuerpos… entre otros.
¿Hay fecha para un momento de que “esto termine”? No, a ciencia cierta.
Sin embargo, y para sorpresa de muchos, podría ser antes de lo que varios podrían pensar.
La idea de una generalización de la tragedia ilimitada sería efecto de la industria del terror, aquella que se lucra, vende mejor, a mayor gravedad y «amarillismo» de las noticias, más muertos y heridos en las pantallas, más sangre y heridos, pedazos de cuerpos estallado…
Estamos hablando, por ejemplo, de la industria mediática, o algunos bienes que en “estado de guerra” venden más y mejor.
Ha habido siempre una ganador en cada batalla, o beneficiado en cada situación. Incluso, lógicamente debería decirse, para que alguien gane otro debe perder… o el mismo sujeto: para ganar es necesario ceder, perder algo.
Esto da lugar para la buena pregunta…
¿Qué aceptaría usted ceder, perder, para sacar algo bueno de lo que vive hoy?
Vale la pena considerar que si imaginamos una vuelta a algo «anterior», no va a ser igual, ciertamente.
La convivencia en espacios públicos como calles, plazas, lugares sociales, el reencuentro de amigos, parejas, familias, comunidades, el medio ambiente, va a darse (es lo más posible) bajo nuevos parámetros que podemos tal vez proyectar, divisar.
Se avecinan nuevos lazos, nuevas maneras de estar con el otro, nuevas dimensiones (incluso) de la subjetividad.
¿Podremos construir maneras menos discriminatorias, en que no impere el odio, la segregación, la violencia?
¿Cómo considerar una nueva forma de conectarnos con los otros, humanos, animales, plantas, el medio ambiente?
Si la muerte y sus presencia sin velo ha generado solidaridad, perdones, volver a mirar las necesidades y a otros que tal vez se había olvidado (ahora que por ejemplo hay más tiempo y espacios para llamar a amigos y familiares), tal vez es justamente éste el momento en que vamos a poder darnos una nueva ocasión: aquella para establecer como prioridad no negociable el hecho de ganar con el otro y no del otro.
Es decir, tenemos la posibilidad para trabajar por el bien propio y de los seres cercanos, la propia familia, la ciudad, el país, las comunidades, el mundo.
Ahora seguro (es la Esperanza), podremos dar un nuevo valor a cada detalle de la vida, porque hemos sido testigos de su fragilidad en simultánea insistencia por permanecer: la pulsión de vida es «terca», gracias, a Un Cielo.
Referencias consultadas
https://elpais.com/elpais/2020/03/18/buenavida/1584512921_819219.html#?sma=newsletter_buenavida20200325
https://www.theguardian.com/commentisfree/2020/mar/26/fear-of-covid-19-is-a-mental-contagion-ben-okri
- 31 marzo, 2020
- publicado por: Astrid Álvarez de la Roche
- Categoría: Sin categoría