Niños: ¿humanos u objetos de mercado?

En un mundo en el cual todo puede ser objeto de mercado, los niños caben fácilmente en góndolas y vitrinas.

¿Cómo concebir y conducirse para no perderse en esta loca oferta?

 

Controlar la infancia hace parte del desafío global actual, en medio de sus soledades y desamparo fruto de la partida de padre y madre al campo laboral. 

Durante el siglo XX hay además un fuerte empuje al individualismo,  lo cual implica incremento de intereses narcisistas y pérdida de valores comunitarios.. 

 

En este contexto,  las familias se han reconfigurado: recompuestas, con menos hermanos, familiares que no siempre están cerca, los menores de edad pasan mucho tiempo sumergidos en sus celulares, computadoras, redes sociales, en chats y ensimismados en juegos de vídeo.

 

La dependencia a estos gadgets y dispositivos implica una disposición abierta a otras adicciones que en la adultez pueden darse en alto grado, facilitadas por un amplio mercado que incide fuertemente en elecciones, intentando satisfacer de forma inmediata e instantánea. Esto termina aislando al sujeto en el vértigo de una espiral al final mortal. 

 

El niño, que antes era concebido como algo precioso y deseado, fruto de un deseo de los padres, ha caído ahora en el nivel de objeto a ensamblar, a diseñar, en medio de amplias ofertas para la reproducción nunca antes vistas y que suple ahora la biología,  la medicina, la ciencia. 

 

Así,  el deseo de la pareja parental se desarticula del nacimiento de un niño, que puede incluso nacer en un tubo, en un laboratorio, siendo posible que dos hombres tengan hijos por efecto de la existencia de las células madres, las cuales permiten que un embrión fecundado (con ADN de los dos varones) pueda ser introducido en el cuerpo de una mujer.

 

Nuevos modos de reproducción se han creado, una fábrica de bebés que obviamente tiene control de calidad como cualquier producto que compite en mercados. Los insumos utilizados para su producción son valorados también, habiendo clases y precios diferentes: se puede escoger de la carta y a su gusto. 

 

En este proceso de producción, el niño deviene objeto de control y dependiendo de la idea que se tenga sobre él, vendrá o no a ser regulado. Así, puede ser un objeto de lujo, uno de consumo a modo de droga, un órgano sustituto que se dona, o una prótesis a reemplazar que puede incluso ser financiada por los gobiernos en sus planes de salud. 

 

Al entrar en una cadena productiva, el control de calidad se pone en funcionamiento, es lógico: el “pedigrí” es fundamental,  buscándose cero imperfectos y óptima condición. El problema es que esta excelencia no está al alcance, no se logra finita y total, lo cual genera SÍNTOMAS, problemas, padecimientos reflejados en los afectos, el cuerpo, los pensamientos, etc.

 

Adicionalmente funcionan en muchos países mandatos sobre cómo y cuántos niños tener. Esto puede generar migración, síntomas depresivos por la prohibición a ser madre o padre, angustia por exigencia a reproducirse, entre otros.

 

Con esto, resulta claro que se vigila y controla a la familia, la reproducción y a la infancia. 

 

En algunos países tener un hijo se ha vuelto una situación de mucho costo económico, de un objeto que al final no es rentable. Por tanto son las altas clases las únicas que suelen acceder a ello con mayor frecuencia en muchos países desarrollados.

 

Ahora, no es sólo el niño aquel que deviene controlado sino que él mismo puede servir para vigilar.  Desde pequeño entra en el sistema escolar y puede, en muchos casos, portar incluso un dispositivo celular con su foto que lo pone al servicio de la información y las redes.

 

Es claro que cada vez más los adultos depositan sobre los menores de edad ideales de desarrollo, considerando que son los llamados para superar crisis planetarias y mejorar el mundo en sus condiciones de hoy.  Esto, aunque puede ser una esperanza de hecho con fundamento,  llega a veces a convertirse en un apabullante peso con consecuencias sobre la vida de los infantes y adolescentes, incidiendo por ejemplo en el incremento de tasas de suicidio, depresiones, aislamientos, fracasos escolares, etc. 

 

Sobre los niños se cierne además el problema del abuso desbordado por una dificultad de regulación que ponga límite a los adultos y la alteración en la transmisión de Leyes simbólicas que den orden a lo institucional y otras organizaciones sociales.La prohibición del incesto se instala con dificultad en familias, cayendo el niño en un lugar de objeto de «uso apasionado».

 

Además de esta «plaga», está el incremento terrible de diagnósticos psiquiátricos de 

autismo, trastorno de déficit de atención y trastornos bipolares. Cabe anotar que esta etiqueta entra en la estadística y no representa una necesaria realidad sobre el estado de las cosas. 

 

Para lo que al final sirve es, seguro ( sobretodo), para la producción de medicamentos por parte de los laboratorios, que en función de estos diagnósticos venden más y mejor. Por esto apoyan, seguro, que no sólo se mantengan sino que sigan su aumento. ¡Es una industria absolutamente rentable! 

 

Lo paradójico es que el sistema que apoya la financiación de proyectos para su compra, entra en crisis cuando se agota el presupuesto de los ministerios sanitarios y las empresas de seguros y medicina prepagada, porque no logran cubrir la fuerte demanda en clínicas, hospitales y centro de salud. 

 

¿Cuáles serán las etiquetas que siguen una vez que los diagnósticos de ahora pasen de moda o ya no sirvan para vender más?

¿Cuáles seres humanos tendrán ahora el estatuto de “indeseables” que bajo la óptica de un diagnóstico configuren  las «nuevas clases sociales peligrosas y despreciables»?

 

Alternativas que da el psicoanálisis para vidas más tranquilas, y su particular forma de escucha:

 

  • Las fisuras de los discursos que se imponen en la sociedad, sus espacios intermedios, intersticios, dan la oportunidad al sujeto (niño o adulto) de escucharse y al psicoanalista el lugar de apoyar y acompañar para responder a cada interrogante y cuestionamiento en ese recorrido por el psiquismo, sus producciones y conflictos. 

 

  • Se trata de oír a cada paciente y de dar voz incluso a aquellos que no la tienen.

 

  • Adicionalmente se apoya al personal en salud y funcionarios, a los que se invita a trascender indicadores, estadísticas, tendencias, para lograr abrir espacios de respeto y acogimiento a cada persona y su singularidad. 

 

Así, en cada consulta, el sujeto logra dar en compañía del analista un paso más en el saber que le permite establecer soluciones alegres, que le generan más tranquilidad y confort, para hacerse un lindo Lugar No Forzado en este mundo.

 

 

Programe su cita , usted y los suyos merecen un MEJOR-ESTAR.

 

 

Fuente consultada:

Laurent, E (2012) El psicoanálisis y la crisis del control de la infancia

http://www.28jornadaseol.com/template.php?file=textos-de-orientacion/19-08-28_el-psicoanalisis-y-la-crisis-del-control-de-la-infancia.html

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